- 14/07/2022
La Diputación baraja tres ubicaciones para colocar el aparato
La Diputación de Castellón está trabajando con la Universidad de Alicante para la instalación de un sismógrafo en la provincia de Castellón, lo que supondrá una inversión de 25.500 euros, de los que 24.000 están destinados a la instalación y 1.500 al mantenimiento.
La diputada del área, María Jiménez, explica esta adquisición “por la necesidad de disponer de un nuevo dispositivo de control y estudio de posibles actividades sísmicas en nuestras comarcas”, lo que implica poder disponer de un informe anual de las mediciones en la provincia.
De acuerdo con la Universidad de Alicante, estos momentos se barajan tres posibles ubicaciones en Xodos, Llucena o el Desierto de las Palmas.
Al respecto, la responsable del área de Medio Natural ha afirmado que se trata “de un avance muy importante para equipararnos a Valencia y Alicante” ya que “Castelló dispone de dos aparatos, uno de ellos en las Islas Columbretes, pero el que se pretende adquirir ahora será el único en tierra con banda ancha”.
Según ha indicado el objetivo es “continuar aumentando los estudios para que la actividad sísmica de nuestro territorio esté siempre bajo control”. Pero, ¿hay peligro de terremotos en Castellón?
¿Hay peligro de terremotos en la provincia?
La provincia de Castellón no es un territorio especialmente peligroso en lo que se refiere a terremotos, pero ello no quiere decir que la tierra no se mueva bajo nuestros pies. Y es que numerosas fallas recorren la piel de la provincia.
El último terremoto registrado por los sismógrafos ha sido uno leve, de 1’7 grados en la escala Richter, que tuvo su epicentro a 10 kilómetros de profundidad bajo el municipio de el Rossell, el pasado 28 de junio.
Histórico de terremotos en el norte de la provincia. ICV
La mayoría de ellos son imperceptibles, aunque en algunos casos se hacen notar levemente. Especialmente recordados fueron, eso sí, los que hicieron temblar la costa norte de la provincia tras la puesta en marcha de la plataforma de inyección de gas Castor en 2013. En aquel momento uno de los temblores llegó a alcanzar el valor máximo de 4’2 grados dentro del mar, frente a la costa de Benicarló.
Los lugares con más actividad sísmica se ha registrado en la provincia son la falla de Amposta (donde se ubicaba el Castor) seguida de la Sierra Espina a la altura de Montán. También aparece en los registros algo de actividad en puntos del interior norte de la provincia o entre la Serra de Borriol y el Desierto de las Palmas.
En general, la provincia es un territorio de poca peligrosidad, que va aumentando conforme nos acercamos al sur, va creciendo en la provincia de Valencia y sí tiene especial incidencia en el sur de la provincia de Alicante. Y es que la Vega Baja del Segura, que conforman el triángulo de Santa Pola, Torrevieja y Orihuela, es, de lejos, el área con más terremotos de la Comunitat Valenciana.
Varias fallas recorren la provincia
En el último siglo no se han producido terremotos reseñables en la provincia. Los más significativos, según el Instituto Geográfico Nacional, fueron tres de magnitud 3’2, que se registraron en 2001 en Castelló de la Plana, en 1994 en Artana y en 1993 en Fuente la Reina, además, sin contar los que se han registrado con epicentro bajo el fondo marino.
Y es que varias fallas activas recorren la provincia. La falla cuaternaria con más actividad es la de Amposta, frente a la costa del Baix Maestrat, pero también constan otras como la de Vall d’Alba, la del Mas dels Calduchs (por Les Coves de Vinromà), la Falla central dels Ibarsos, la de Torreblanca, la de Onda y el Sistema de Fallas de Castellón, en la que se engloban varias fallas que van desde el Desierto de las Palmas al pantano del Sitjar.
En cualquier caso, la actividad provocada por los movimientos de la tierra no han causado especiales daños en las infraestructuras castellonenses, ya que suelen ser temblores leves que no dejan destrucción.
Según los datos históricos del Instituto Geográfico Nacional, el más lesivo registrado en la provincia fue uno que sacudió Segorbe en 1839, si atendemos a su intensidad (grado de destrucción), que llegó a la intensidad 5 en la escala Mercalli.
La escala describe la intensidad 5 como una sacudida que casi todo el mundo siente y que incluso llega a despertar a parte de la población, que puede romper vajillas y ventanas y que deja observar sus perturbaciones en árboles y postes.
A modo de comparación, los terremotos que se vivieron desde Vinaròs a Peñíscola en 2013 fueron de intensidad 3, que se describe como una sacudida que se puede notar en los pisos altos de las viviendas, y que se compara a la que origina a su paso un vehículo pesado.
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